“La Madre Patria no tiene casa. Así escribió amargamente Mihály Vörösmarty, uno de los más grandes poetas de la civilización burguesa durante la época heroica de Hungría, en el año 1846. De hecho, a través de los cientos de años que los nietos del caudillo conquistador, Árpád, gobernaron el país, la dieta no tuvo casa propia ni habitual. Pero no había necesidad de ello, ya que los prelados, los barones, los nobles y los burgueses, eran del país. Los sitios donde ellos caminaban, juzgaban y debatían, se ubicaban en la Madre Patria. Partiendo de la época de San Esteban, el legendario fundador de Hungría, el mayor giro en la historia de Hungría se produjo durante se produjo en la generación de Vörösmarty, entre la Era de la Reforma y la Revolución de 1848 que le siguió. Impulsados por la necesidad económica, el malestar social y el florecimiento de la cultura, los cientos de miles de privilegiados en la sociedad y los millones de las clases más bajas, se unieron en una comunidad histórica, la nación de Hungría. Y esta nación, que fue formada conscientemente por grandes hombres de aquella época, – István Széchenyi, Miklós Wesselényi, Ferenc Deák, Lajos Kossuth, Ferenc Kölcsey, Sándor Petőfi -, estaba muy necesitada de tener un hogar físico. Como contrapeso a la casa del Rey se construye en las alturas la Colina de Buda, siendo elegido la orilla Pest del río Danubio para simbolizar que el destino de Hungría descansó en la democracia popular y no en el capricho de la realeza.
Leer toda la información sobre el Parlamento Húngaro